“Que me dejen con mi voz nueva, desconocida. No, no me dejen. Oscura y
triste la infancia se ha ido, y la gracia, y la disipación de los
dones... Hablo...
A unos ojos azules que daban sentido a mis sufrimientos en las noches
de verano de mi infancia... A la luz de una mirada que engalanaba mi
vocabulario como a un espléndido palacio de papel.
Me embriaga la luz. No nombro más que la luz. Quiero verla. Quiero ver en vez de nombrar.
...El lenguaje es vacuo y ningún objeto parece haber sido tocado por
manos humanas. Ellos son todos y yo soy yo. Mundo despoblado, palabras
reflejas que sólo solas se dicen. Ellas me están matando. Yo muero en
poemas muertos que no fluyen como yo...
Vida, mi vida, ¿qué has hecho de mi vida?
Hemos consentido visiones y aceptado figuras presentidas según los
temores y los deseos del momento, y me han dicho tanto sobre cómo vivir
que la muerte planea sobre mí en este momento que busco la salida, busco
la salida”.
Alejandra Pizarnik
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